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domingo, 10 de mayo de 2009

En la escalera

Suben los tres las escaleras del edificio, y sudan. Por las grandes claraboyas se cuela la luz triangular del mediodía y ellos ponen un pie arriba un peldaño más, un pie arriba, ascienden las escaleras de mármol. Quieren subir al terrado, hay una piscina.
Filomeno resopla, se enciende un cigarro al llegar al cuarto piso y pide que lo esperen, ¡esperadme ostias! Da una calada grande. Entre volutas azules de humo observa la chapa donde pone “Cuarto”, observa las puertas de madera rojizas de las casas, se entretiene con el gotelé ya viejo de las paredes. Se dispone a dar otra calada, cuando su cigarro desaparece.
Da un traspié, se caga en la ostia. Resopla y saca de nuevo el paquete, y cuando llega al cuarto piso enciende un cigarro. Se fija en las puertas de las casas, de color marrón rojizo, con sus mirillas y timbres un poco sucios, encima de cada puerta un cartelito con una letra, A, B, C ,D; se fija en que hay también un cartel que indica “Cuarto” y agarra fuerte su cigarro, y se agarra a la barandilla. Un pie arriba y luego otro, hay dos tandas de ocho escalones entre piso y piso, pero por alguna razón no le salen las cuentas, tose, da un traspiés. Un esfuerzo más, si es que nunca sale de casa, debería hacer algo de ejercicio, un esfuerzo más, bueno y un cigarrito de premio, se dice mientras saca el paquete de Nobel del bolsillo. Aquí en el rellano me fumo uno, entonces recuerda que hace un instante llevaba el cigarro encendido en la mano, y ya no está. Filomeno da una vuelta por el rellano. El ascensor está parado en ese piso, así que abre la puerta y no se sorprende mucho al observar el número 4 brillando en lucecitas rojas en el panel de botones del ascensor. Saca un cigarro y lo enciende.

Oloa, yo me estoy cansando, este tío es un manta, míralo, otra vez intentando fumarse la cuchara.
Es normal hombre, tú no llegabas tan alto las primeras veces y eso que ibas con tus drogas. Filomeno va con Nobel y mira, en el cuarto está ya.
Sí, pero yo no doy un concierto con el batería atrancado en el cuarto piso.
Ya, ni yo, pero no te preocupes que sube

Filomeno se ha sentado en el suelo frente al ascensor, pues tiene un pequeño problema de escalones. Se siente tranquilo allí y saca el paquete de tabaco de su bolsillo, preocupado porque cree que le quedan pocos. Entonces llaman al ascensor desde otro piso. La luz del ascensor asciende y al cabo de un rato, con Filomeno aún sentado en el rellano, vuelve a bajar al cuarto piso. La puerta se abre y sale Oloa, con lo que parece una antorcha en la mano derecha. En la espalda lleva una espada, y se la da a Filomeno. Es una espada de bronce, en una funda de cuero sin curtir. La hoja lleva en un lado una inscripción en lengua antigua: Tor Nec Donavam y al otro lado algo muy parecido: Nec Donavam Tor. Filomeno agarra la espada y se lleva la empuñadura a la boca. Con la mano derecha hace el gesto de encender un mechero inexistente. Joder, dice, la verdad que un porro no es lo mejor para mi problema de escalones pero pregúntame si me lo voy a fumar.