Instrucciones de uso: Pincha en alguno de los personajes de arriba para ir al comienzo de su historia. Pincha las palabras de enlace verdes, en cada texto, para seguir leyendo. Si no hay una palabra de enlace, la historia esta parada ahi. También puedes usar las etiquetas, para encontrar personajes secundarios. Más, aqui.

domingo, 12 de abril de 2009

La media lengua

Las noches en que soplaba una suave brisa, la madera del mástil de aquel navío crujía como si fuera a quebrarse en mil pedazos. Magarrakultix ponía toda su atención en aquellos crujidos rítmicos en los que creía encontrar mensajes ocultos, y se dormía pensando que el barco entero servía de gigantesca antena para que los dioses de las profundidades pudieran comunicarse con sus homónimos del cielo.

Había conocido mejores momentos en su ya extensa vida. El viejo antes de marino fue un hábil comerciante: aceite de roca, númidas, precisas herramientas de hierro fundido, y sobre todo garum. Llenó las costas adriáticas de esta salsa hasta cubrirse de oro. Acumuló fortuna y mujeres, la costa noreste africana le hacía perder el sueño, en cada puerto le esperaban hermosas hembras deseosas de disfrutar de sus habilidades amatorias y monetarias. Pero su codicia, propia de su condición humana, no tenía fin. Todo era susceptible de ser vendido, comprado, sacrificado, violado...sólo había que poner un precio.

Su buena estrella desapareció para siempre cuando trató de comprar los favores sexuales de la hija de un poderoso genovés asentado en Túnez. La chica, ofendida por sus palabras, y por sus actos (pues mientras hacia la oferta se aventuraba ya a manipular la mercancía colocando su mano derecha entre los pechos de la orgullosa dama) no dudó en acudir a su padre.

El ahora viejo Magarrakultix tomaba cerveza sentado en el suelo, sobre lo que algún día fue una alfombra, cuando notó un nuevo sabor amargo que penetraba entre sus costillas. En segundos estaba empapado en sangre y rodeado de buitres que todavía no habían aprendido a volar. Su nave zarpó a la hora prevista, y aligerada de peso. La herida no acabó con su vida, pero si con su libertad, pues “el Genovés” le colocó pronto un robo y algún que otro exceso. Doce años preso cambian por completo a un hombre, y Magarrakultix bien lo había aprendido: cuando quedó libre, había perdido media lengua por una infección, y medio juicio por lo vivido entre aquellos muros.